lunes, 27 de agosto de 2007

Oratoria. Unidad VI: Oyentes, auditorio y pasos para superar el miedo

El miedo oratorio va en directa relación con el número de oyentes y la calidad del auditorio. Aunque acá no hay cosas absolutas. Por un lado tenemos que grandes auditorios atemorizan a unos. En cambio, otros exhibirán estados nerviosos y de miedo oratorio ante grupos menores. Multitudes o pequeños grupos específicos, la receta maestra es conocer acerca de mi escenario ideal y estar preparado a conciencia para enfrentarlo (si bien es materia de otra unidad, adelantaremos que en ese “prepararse bien” concurren variadas formas de documentación y recopilación de información y datos valiosos que apoyarán, de algún modo, mi natural miedo a hablar en público). Timidez Sentir ese grado de “miedo”, desde un punto de vista sicológico, es un rasgo muy vivo y que los expertos valoran. Se supone que quien siente cierto grado de nervio lo experimenta porque posee una especial sensibilidad. Otros hablan de que son dueños de una “delicadeza del alma” y poseedores de una “intensa vida interior”. Es una suerte de “sensibilidad presente... pues estoy vivo”. ¿Tímido o temerario? Tener algún miedo, un cosquilleo, es preferible a la inconsciente temeridad del ignorante. ¿Por qué? Porque una vez superado el temor quedará como fondo importante para la oratoria el riquísimo caudal de intensas experiencias internas. En este momento, el valor de la fortaleza mental es clave. El orador es el primero que debe estar convencido en la riqueza y aporte que hay en lo que debe decir, en el mensaje que va a entregar. Ese solo hecho ya hace que valga la pena el esfuerzo. En los primeros intentos, una ley que diga “salga como salga”, pero lo importante y vital será salir adelante con mi cuento. Por ello, la bibliografía disponible nos llama “a poner toda la firmeza posible en que tengo que decir lo que tengo que decir porque mi mensaje es útil al prójimo, es verdadero y valioso y puede hacer un bien”. Convencidos de lo anterior, tenemos razones más que suficientes para hacerle frente al miedo. Consejos -Rechazar estimulantes artificiales. Por ningún motivo recurrir a fármacos o pastillas que supuestamente “nos ayudarán” a aplacar este temor que, como vimos, es tan natural y hasta debemos agradecer si acaso lo experimentamos. -Físico. La técnica de cultivar la respiración abdominal es fundamental para el aire que somos capaces de envolver y luego administrar según va transcurriendo nuestra alocución. Elemental para que el timbre de voz y las inflexiones, su volumen incluso, vayan saliendo e un modo coherente con la intensidad y naturaleza de la historia que estamos contando frente a otros. -Sicológico. Es preciso que me mentalice sobre cómo veo frente al auditorio. ¿Y cómo me veo o me siento? Como un tipo superior al auditorio: yo soy el que voy a hablar y los demás me van a escuchar. Yo tengo la historia que se congregaron a conocer. Me salga bien o mal, tranquila o con nervio, yo soy el dueño de ese cuento y eso me convierte en una persona privilegiada. Tengo la palabra y la voy a decir. Yo hablo y los demás escuchan. Un consejo interesante del autor Joseph Folliet: “En todos los casos, repítase a sí mismo que nadie queda nunca libre del susto. Conviene tomar las cosas con filosofía”. -Producción. Preparar todo muy bien e imaginarme escenarios. Discurso, análisis del público, posibles reacciones. Otras recomendaciones -No mirar fijamente a una sola persona. -Suponer que se habla sin público. -Mirar lo menos posible la sala, dirigiendo la vista un poco por encima de ella, nunca abajo. -Ante una recaída de temor, cerrar los ojos, como haciendo un esfuerzo, y abrirlos cuando haya pasado.

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