lunes, 27 de agosto de 2007

Oratoria. Unidad III: La imagen que proyectamos

Uno de los aspectos más cruciales en las relaciones interpersonales y propiamente tal en el campo oratorio es la primera impresión que se llevan los receptores de quien les habla. Para el profesor Gabriel Álvarez Undurraga, este efecto inicial “es determinante”, especialmente en los minutos que seguirán en la elocución del emisor. Por tanto, los tratadistas nos recomiendan considerar algunos elementos que pueden resultar clave a la hora de medir la eficacia de nuestros postulados (la capacidad persuasiva de nuestro mensaje). a) La autoimagen: en términos simples es la percepción que tenemos de nosotros mismos, lo que no debe ser ni de baja autoestima ni de excesiva autoestima. La actitud positiva que revele una armonía entre la mente y el cuerpo, además de una proyección de su capacidad de enfrentar una autoimagen que irradie la aceptación de los receptores.
b) El aspecto físico: consiste en una apariencia física cuidada en el plano de lo formal, no cayendo tampoco en una actitud rígida o excesivamente formalista en su físico, que pueda llegar a impedir el acercamiento de quienes nos están escuchando, o de algún modo que ellos se atemoricen.
c) El rostro y la mirada: la cara del orador debe reflejar el interés de comunicarse con los destinatarios del mensaje, por lo tanto tendrá que abstraerse de los estados de ánimos y problemas que esté enfrentando (no confundir esto con un no sincerarse, es pura y simplemente hacerse fuerte pero ser capaz de mostrar nuestra alma independiente de algún problema puntual que nos aflija en ese momento). La mirada o contacto ocular, a su vez, debe ser directa con el público, no evadiéndolo, más bien manteniéndolo con grupos o personas que estén distribuidas en la sala donde se expone. Sólo de esta manera se demuestra confianza y se logra posibilitar una mayor persuasión.
d) La vestimenta: Este es un elemento que debe ser funcional con el tipo de actividad que desarrollaremos, con los destinatarios del mensaje y con nosotros mismos. Sin embargo, conviene no ser ni muy excesivamente formalista ni muy liberal con el estilo de ropa que usaremos, tampoco se trata de utilizar vestimentas oscuras o grises que de algún modo vayan a trasuntar poca alegría o inhibiciones frente a los colores.

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